18 de agosto de 2008

Escarbando en la basura

Hoy me he descubierto escarbando en la basura, en mi propia basura...
La necesidad de sentir cosas que hace mucho y muchas veces sentí, me llevó a sumergirme en mis recuerdos, a buscar entre cartas, tarjetas, fotos y antiguos blogs la princesa que, en un momento olvidado, perdí.


Busqué a mi princesa mimada, entre palabras de amor,promesas y dolorosos relatos de algún príncipe con el corazón destrozado.
La he buscado con ansias, casi con desesperación, solo para verla y comprobar que existe o que la menos alguna vez existío.


En medio de los escombros de amores pasados, encontré jirones de su vestido y pedazos de fotos con su sonrisa, espejos que alguna vez reflejaron el brillo de sus ojos y restos de piel gastada por continuas caricias.

En medio de la basura, que nunca fue basura, si no más bien restos olvidados de maravillosas personas del pasado, encontré trozos de hermosas historias, segundos de infinita felicidad, murmullos de risas contagiosas y el inaudible rumor de dos cuerpos unidos en un abrazo.

En un rincón del olvido hallé los pétalos de las flores que adornaban su peinado, y el escenario en el que le gustaba sentirse adorada, junto a ellos, los restos de una historia preservada en las apasionadas letras escritas por una mano enamorada de la clara piel de mi princesa.

Regadas como lluvia en el suelo, mis ojos vieron vestigios de labios cruelmente abandonados y convertidos en polvo, los besos regalados. Olvidados en el desierto de lo relegado, vieron pasar el tiempo esperando, pacientes, unos labios que nunca regresaron.


"No la encuentro, no está, no es real", pienso, mientras continúo con mi busqueda, pero de nada sirve, nada ni nadie se aparece por el lugar.

La brisa de los recuerdos llena mi boca con el sabor de lágrimas injustamente derramadas, por culpa de una princesa malcriada.
El aroma de historias resecas, de esfuerzos por retener a la inaprensible mujercilla y una tibia mezcla de alientos que susurran suavemente un te amo, viaja con el viento hasta mi oido, roza mi piel y acaricia mi cabello.

De pronto levanto la mirada y ahí está, frente a mí, pero no es la princesa que solía ser, no sonríe al mirar el sol, ni juega ya con las hojas que el viento eleva. Sus ojos han perdido brillo y su piel se ha engrosado, ya no hay caricias que la gasten suavemente, ni ilusiones que iluminen su mirada.

Las flores han desaparecido de su pelo hoy enmarañado y el sutil aroma de sentirse amado, hace tiempo la ha dejado. Sus labios, en apariencia iguales, reclaman besos de enamorados, ya se han cansado de imitaciones sin real emoción, de labios unidos sin sumar un corazón.

Ahí está la princesa que tanto he buscado, ahí abandonada a su suerte, castigada como si culpable fuese de exigir amor.
La miro, la observo con detención y calculo que con unas cuantas caricias, un poco de ilusión, un par de palabras susurradas al oído, una carta, una flor y un pequeño trocito de un corazón bañado en verdadero amor, podría devolver a sus ojos el color.

Ha cambiado es cierto, pero solo necesita atención y sentir vibrar la emoción de una esperanza albergada en su escondido corazón.
Decido ayudarla, la he extrañado y la he buscado, pues en mi vida hace mucho que falta su ilusión.

Quisiera tomar su mano y depositar en ella, una caricia que evoque una suave canción, más no puedo hacerlo. Ahí, parada silente frente a mí, observa, más su escudo no me deja llegar hasta su piel... decido rescatarla y comienzo por desenredar un pequeño mechón de nuestro enmarañado pelo.

No hay comentarios.: